El ascenso introspectivo de «Epitafio», de Yulene Olaizola y Rubén Imaz

Un paréntesis en medio de la guerra y la violencia

Por Gonzalo «Sayo» Hurtado

Un párrafo aislado dentro de los más de doscientos capítulos de los que consta la profusa relatoría de Bernal Díaz del Castillo, la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, dio pie a los cineastas mexicanos Yulene Olaizola y Rubén Imaz para producir una película en torno a la ascensión al volcán Popocatépetl que realizaron tres conquistadores por instrucciones de Hernán Cortés, en lo que devino en una escalada introspectiva y alejada de la tensión constante de la invasión ibérica.

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Tres conquistadores españoles: Diego de Ordaz (Xabier Coronado), Gonzalo de Monóvar (Martín Román) y Pedrito (Carlos Triviño), son enviados por Hernán Cortés a subir las cumbres del volcán Popocatépetl para avistar la ciudad de Tenochtitlán y conseguir información estratégica para su ejército. Pero en su intento, el ascenso comenzará a menoscabar el ánimo y cordura del trío, evidentemente afectados por la inclemente naturaleza, la escasez de oxígeno y el deseo exacerbado de gloria con el que han llegado al nuevo mundo. Esta nueva aventura del binomio de realizadores conformado por Yulene Olaizola y Rubén Imaz supone un paso positivo en sus carreras. Ya desde las óperas primas de ambos, respectivamente: Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo (México, 2008), el muy premiado debut de Olaizola en el género documental, tanto como en Familia Tortuga (México, 2006), el largometraje de ficción de Imaz, sus caminos se volcaron a un cinema en búsqueda permanente de expresiones acordes con el bajo presupuesto y los recursos mínimos. Así, tras sus siguientes trabajos: Cefalópodo (México, 2010) de Imaz y Paraísos artificiales (México, 2011) de Olaizola, quedaba en claro que eran obras de transición en medio de la definición de ese camino, lo que quedó aún más en evidencia con el siguiente trabajo de Yulene, Fogo (México-Canadá, 2012), trabajo de honda introspección en una empobrecida y abandonada comunidad de una remota isla de Canadá, cuyo drama encontraba incluso una suerte de correspondencia en las texturas rugosas y maltratadas de los suelos. Ahora, en el primer trabajo de la pareja dirigiendo esta vez conjuntamente–ambos han participado en las películas del otro, desde la producción hasta la edición, el guión o el diseño de arte, con la excepción de Cefalópodo–, en Epitafio (México, 2015), su búsqueda se ha topado con una historia que exuda pasión y locura, esa misma que acompaña al trío de conquistadores ibéricos en su desbocado propósito. Pero no se trata esto de una exacerbación del lado más cruel e inhumano de la conquista de América, sino del ingreso a un sueño de gloria empujado por el deber y la necesidad de hallar un paraíso prometido. Y esa dimensión en la que la mente afiebrada de los conquistadores toma cuerpo es lo que parece fascinar a Olaizola e Imaz, quienes parecen empatar sus búsquedas personales en el perfil de sus personajes, entregándonos una pieza de austera producción pero honda en significantes que terminó por conmover a la crítica peruana, luego que la cinta formara parte de la Competencia Oficial Ficción del vigésimo Festival de Cine de Lima. Luego de su estreno mundial ocurrido en el Tallinn Black Nights Film Festival, en 2015, Epitafio se alzó con el Premio Selección TV UNAM en el sexto Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM), el de Mejor Largometraje Ficción de la Selección Mexicana en el segundo Festival Internacional de Cine Mérida y Yucarán, y con una Mención Especial del Premio Kukulkán del quinto Festival de Cine de la Riviera Maya, además de participar en los festivales de Praga, Vilnius de Lituania, Cinelatino Recontres de Tolouse y de Guanajuato, además de formar parte de la programación del trigésimo sexto Foro Internacional de la Cineteca Nacional. Producida por las compañías Malacosa Cine, Varios Lobos, Una Comunión, Pimienta Films, Zoología Fantástica y Zamora Films, Epitafio estrena en la cartelera mexicana el 19 de agosto, con distribución de Piano, motivo por el que reproducimos la siguiente conversación con Imaz, quien no ocultó su entusiasmo por presentar su última obra en el festival limeño. Es inevitable ver Epitafio y sentir que está emparentada con Aguirre la ira de Dios (Aguirre der Zorn Gottes, Alemania Occidental, 1972), de Werner Herzog… Él no tiene una relación con Yulene ni conmigo, pero nosotros sí tenemos una con él. Todo esto nació por escuchar a Herzog decir que entre las lecturas obligadas para ser un buen cineasta se encuentra la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1632), de Bernal Díaz del Castillo, un soldado del ejército de Cortés que escribió de primera mano diversos sucesos sobre la conquista de México. Es un libro grande, con mil y un historias, que inspira muchas ideas cinematográficas. Entonces lo leímos como un ejercicio, no por un hecho de reconciliación con la historia mexicana, aunque ahora que lo conozco me parece que debería ser una lectura obligatoria en los bachilleratos. Al leerlo, descubrimos un párrafo que se refería al ascenso de estos españoles al volcán. Evidentemente, Yulene y yo somos fans de corazón de Herzog y de todo su cine. Es inevitable tenerlo todo el tiempo como una referencia en la cabeza. Aguirre, la ira de Dios ya es parte de nuestro imaginario mental, lo queramos o no, así como también lo está la película mexicana Cabeza de Vaca (México-España-Estados Unidos-Reino Unido, 1991), de Nicolás Echevarría. ¿El diseño de la historia con pocos actores se debió a un tema presupuestal o responde a una intención minimalista? El cine que nos gusta hacer a Yulene y a mí es un cine con un control creativo, lo que nos lleva a trabajar con un presupuesto limitado y un esquema de producción más controlado que no se salga de las manos. Hemos desarrollado un amor por hacer cine de esa manera, sin tener compromisos con grandes capitales ni otras personas que no están involucradas necesariamente en el proceso creativo. Había partes del libro que, presupuestalmente, escapaban a nuestras posibilidades, pero encontramos este pasaje en específico que nos ayudaba a hablar de la conquista de manera épica, histórica y casi de aventuras dentro de nuestro esquema de producción. Entonces, de repente, tenemos a estos tres españoles subiendo al volcán, que simbolizaban la gran conquista de México, o incluso la de América, un proyecto en el que ahora se va a embarcar Steven Spielberg –se anunció que proyecta filmar el guión de Dalton Trumbo, Montezuma. El encontrar esta gesta de Diego de Ordaz es una manera de abordar la conquista desde nuestro cine e interés. ¿Trabajar con un presupuesto reducido influyó en el método de trabajo? Nosotros filmamos de una manera horizontal, ya que todos los miembros de la película cumplieron distintos roles dentro del equipo de trabajo. No solo se es actor o director, también se es script o maquillista. El hecho de trabajar con un presupuesto menor crea un compromiso por vivir esa aventura más que por pensar donde se verá después la película. Todo eso fue un goce y creo que ya Herzog propuso en mucho esa manera de filmar. Hace tiempo que vienes trabajando con Yulene Olaizola, pero esta es la primera vez que dirigen al alimón… En todas las películas de Yulene estoy en los créditos en distintos puestos y en las mías aparece ella también. Siempre hemos trabajado juntos porque hemos ido descubriendo la necesidad de ser productores. El cine independiente, autoral o de arte se mueve en un engranaje no comercial más dinámico al querer forzosamente hacer el tipo de películas que queremos hacer. Creo que a partir de ahí se ha dado este nuevo maridaje en el que hemos terminado codirigiendo. Nosotros queremos tener el control de nuestras cosas y que nadie nos indique o nos fuerce a algún camino o a un tipo de decisiones. En ese sentido fue que encontramos la posibilidad de trabajar juntos, obviamente sumando fuerzas los dos nos volvemos más poderosos como productores. Como directores también hemos crecido y espero que esta película tenga el sabor del trabajo de los dos, pero también tiene que ver con que entramos al mundo de la producción y no solamente de escribir, de fotografiar, de editar y todo este lado creativo más directamente relacionado con la parte bonita de la cinematografía, sino con este lado más oscuro y duro de financiar un proyecto y de llevarlo desde cero hasta buen puerto. En Epitafio resulta evidente que la intención no es tanto histórica sino la de explorar la psicología de los personajes… Algo que nos encantó de haber encontrado esta historia sobre Diego de Ordaz y su ascenso del Popocatépetl, es que al leer los textos de Bernal Díaz del Castillo descubres que estos conquistadores tenían un stress muy profundo. Cortés mantenía a su ejército permanentemente armado y les aconsejaba a los soldados dormir junto con el arcabuz. La guerra estaba latente y podían encontrarse de repente con 20 mil indígenas ya que padecieron guerras con los mayas, los tlaxcaltecas y los totonacas. Fueron 11 meses de una campaña muy estresante y, de repente, tienes a estos tres personajes sin ejército y con la sensación de una guerra próxima, metidos en una caminata muy introspectiva. En ese proceso la cabeza te comienza a dar vueltas y comienzas a cuestionarte todo. Entonces, nos dimos cuenta muy temprano que esta película no era una pausa, sino más bien un paréntesis en medio de esta guerra y esta violencia, y por eso los personajes entran en un estado cuasi reflexivo. Ahí tuvimos la chance de entrar en su psique y comenzamos a utilizar tres distintas ideas de personajes. El mismo Diego de Ordaz tiene estas similitudes con el Lope de Aguirre de Herzog y con toda esta imagen que solemos tener generalmente de un conquistador: un tipo loco y absolutamente convencido de lo que está haciendo y que no va a dar marchas atrás hasta llegar a las últimas consecuencias. El personaje de Gonzalo (Martín Román) no existió realmente y está inspirado en un soldado llamado Gonzalo Guerrero, quien naufragó en las costas de Yucatán y terminó volviéndose maya. Cuando Cortés lo quiso rescatar, él les dijo que ya no quería volver con ellos porque se había tatuado el rostro y tenía las orejas perforadas. Ahí comenzamos a pensar en otro conquistador que empezara a dudar de lo que está haciendo en nombre de la corona y, finalmente, el tercer personaje que es este joven que estaba saliendo a buscar el mundo (Carlos Triviño) y al que le venden la idea de encontrar la fuente de la eterna juventud o la ciudad de El Dorado, y que de repente su pequeñez mental y su inexperiencia chocan con la realidad que eso no existe y que lo que hay son montañas y hielo. Ahora que has llegado a este punto, ¿cómo miras tu opera prima, Familia tortuga? Hace poco la volví a ver y creo que cada vez va cuajando más deliciosamente y va adquiriendo esa cualidad de los vinos de añejar. En su momento, cuando lanzamos la película, la gente como que esperaba algo más dinámico, más directo y más claro, o un director que establezca un proceso de comunicación más rápida con ese espectador. Familia tortuga no tenía eso y en un primer momento había gente que la miraba con mucha reticencia, pero también había gente que se apasionaba desde un principio. No es del tipo de película con la que un nuevo cineasta espera conquistar a todo el mundo, pero creo que con el paso del tiempo se ve que es una obra que tiene muchas cualidades. Creo que algo a lo que me he aferrado y siempre he sido fiel, desde aquella película es la necesidad de mantener cierto misterio. A Yulene y a mí nos parece clave, en el cine actual, la necesidad de que un diálogo no sea explicativo. De hecho, Hollywood no puede hacer nada sin explicarlo todo en el diálogo, por más que tengan toda una descripción narrativa. Cada vez soy más reacio a eso. ¿Cómo te has sentido de estar nuevamente en Lima? Soy un gran fan de los cinéfilos limeños, que son muy activos y entusiastas. Estamos muy ilusionados de saber lo que van a pensar de esta película, independientemente de la conexión histórica entre México y Perú, creo que por ahí podemos darnos la mano y entendernos.

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Este artículo forma parte de los contenidos del número 44 de la revista cine TOMA, de julio-agosto de 2015. Consulta AQUÍ dónde conseguirla.

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