Pequeño, pero sólido
Por Christian Sida-Valenzuela
En lo que es casi un mar de festivales fílmicos que se realizan anualmente en México −103, de acuerdo al Anuario Estadístico de Cine Mexicano, editado por el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine)−, encontrarle a cada uno un sentido de ser, si no original sí que sea, al menos, particular, resulta fundamental. La palabra “festival internacional” me suena un poco desleal a su sentido: no veo mucho cine africano o asiático en las diferentes programaciones de las decenas de los bautizados como festivales internacionales en el país, pues se concentran, evidentemente, en el cine europeo, por tradición, y en el latinoamericano, por formar parte de la región.
Tres cosas fueron las que definieron, desde el principio −hace siete años−, al Festival de Cine Mexicano de Durango: ser un festival pequeño pero sólido, que se dedicara exclusivamente al cine nacional y que despertara el interés por el cine en los jóvenes del estado. Es así como el festival ha tratado de encontrar su identidad.
Encuentro inusual que se insista tanto en el país respecto al momento histórico del cine nacional, con una producción que supera los más de cien largometrajes al año, cuando los festivales dedicados exclusivamente al cine nacional son prácticamente inexistentes. Claro, no podría aquí dejar de mencionar que los dos grandes festivales del país, Morelia y Guadalajara, si bien contienen la palabra internacional en su título, dedican sendas secciones al cine mexicano, la misma formula también la sigue otro gran festival: el de Guanajuato, así como los amigos académicos del Festival Internacional de Cine unam (ficunam). Lo mismo sucede con dos de los festivales emergentes de cine del país, Los Cabos y el de la Riviera Maya, que no sólo comparten la similitud de sus paradisiacas playas, sino el que siendo festivales internacionales con una programación de gran nivel, dediquen secciones exclusivas al cine nacional.
Esto atiende muy probablemente a su proyección internacional y es que, claramente, cada festival tiene intereses diferentes, es por eso que únicamente ser un festival de cine mexicano no alcanza para encontrar ni grandes patrocinadores, ni grandes estrellas que lo visiten. Esto es claro y entendible. Pero hay otros festivales que, por su naturaleza, no requieren de estos factores, y creo que esto es justamente lo que hemos logrado en Durango, y aunque no es nada excepcional, sí rompe la regla, ya que somos los únicos que nos dedicamos exclusivamente al cine nacional.
Digo que no es nada excepcional, porque es más difícil no hacer un festival de cine mexicano que hacerlo. México, a diferencia de la mayoría de los países de la región latinoamericana, cuenta con un organismo fílmico que funciona como una casa productora y distribuidora: el apoyo y las facilidades que el Imcine otorga para realizar muestras de cine nacional son grandes. No faltaba más: el Estado mexicano, por diferentes canales, produce más o menos el 80% del cine que se realiza en el país, por lo que su responsabilidad también es promoverlo. El Festival de Cine Mexicano de Durango tiene otra razón que explica su misión de promoción de nuestro cine, porque es organizado por el Instituto de Cultural del Estado de Durango (iced). Mi lógica personal es la siguiente: si el Estado –lo que, evidentemente, incluye nuestro impuestos−, subvenciona la gran mayoría del cine nacional, es irreversible que su tarea sea hacer llegar el cine a quienes ya pagaron por su producción, es decir, los contribuyentes. Aquí agregaría que cada instituto o secretaría de cultura del país, debería tener como regla organizar muestras de cine mexicano.
Habiendo escrito el párrafo anterior, parecería que el Festival de Durango muestra el cine mexicano por una convicción nacionalista más que artística. Pero no es así. Personalmente, yo defiendo al cine mexicano, no fundamentalmente porque sea mexicano sino porque es un gran cine. No defiendo al cine mexicano a ciegas, defiendo al buen cine mexicano. Y es ese cine el que tratamos de mostrar en Durango.
La selección de filmes en Durango es pequeña, concisa y con un sentido de programación: seis largometrajes en competencia, seis cortometrajes nacionales y seis locales. Buscamos mostrar lo que consideramos que es lo mejor del cine mexicano reciente, de propuestas innovadoras. Es la ventaja de ser un festival pequeño: no tenemos ataduras que regulen el sentido de nuestra programación, no hay intereses que influyan más que nuestra visión misma.
La séptima edición del Festival de Cine Mexicano de Durango estará dedicada a la obra fílmica de Luis Buñuel (Calanda, 1900-Ciudad de México, 1983), un mexicano por convicción. En el festival, que se realizará entre el 3 y el 7 de junio en la ciudad capital de la entidad, y también habrá talleres –de actuación para cine, guión y crítica cinematográfica− y charlas magistrales, que se enfocarán en promover y motivar a los jóvenes de Durango para encontrar un sentido en el crear y apreciar el cine a través del producto nacional.
SELECCIÓN OFICIAL
Largometraje Nacional en Competencia
La Danza del Hipocampo, de Gabriela Domínguez Ruvalcaba.
Filosofía Natural del Amor, de Sebastián Hiriart.
Made in Bangkok, de Flavio Florencio.
Asteroide, de Marcelo Tobar.
Matria, de Fernando Llanos.
Me quedo contigo, de Artemio Narro.
Los Muertos, de Santiago Mohar Volkow.
Cortometraje Nacional en Competencia
400 Maletas, de Fernanda Valadez.
Zimbo, de Juan J. Medina y Rita Basulto.
Tome la pistola y comience a despachar, de Eduardo Sabugal Torres.
Nunca Regreses, de Leonardo Díaz.
La tierra vacía, de Hari Sama.
Huellas, de Jorge Orozco.
Trémulo, de Roberto Fiesco.
Hecho en Durango
En competencia.
Dur Labour, de Jorge Sandoval
S/N° Sin Número, de María de Jesús Ávila, Guillermo Morales, Ricardo Jacobo Ramírez.
Zänä, de Zinaí Díaz.
El Bunker, de Arturo Perales y Erik Camarillo.
Come and See, de José Ángel Soto.
Ni aquí, ni allá, de Pamela Velásquez.
Eve, de Johnatan Juárez Sariñana.
Ceremonia, de Otón Rivera Samaniego.
1:100, de Marco Salazar.
FUERA DE COMPETENCIA
La teta de Botero, de Humberto Bustos.
Amelia para siempre, de Deniss Barreto.
Visiones, de Alba Sandoval Andrade, Dafne Herrera Ontiveros, Juan Carlos Hernández Mañón, Noel Rodríguez Rodríguez, Ulpiano Sortillón Tena, Fernando Muñoz Saldaña, David Reséndiz Lara.
Este artículo forma parte de los contenidos del número 40 de la revista cine TOMA, de mayo-junio de 2015. Consulta AQUÍ dónde conseguirla.