Tendencias regionales en la competencia del XXX FICG

Terrenos de la experimentación

Por Gerardo Salcedo Romero

En la sola colección de trabajos, tanto iberoamericanos como mexicanos, inscritos a la trigésima edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, existe ya un mapa bastante aproximado en torno a las tendencias y las formas que imperan en la producción iberoamericana actual, entre ellas, el aumento en las coproducciones, en las directoras de documental, de los primeros largometrajes, los temas familiares y relatos luminosos y sombríos, entre muchos otros.

María Montez

En 1992 asistí, por primera vez, a la Muestra de Cine Mexicano en Guadalajara, misma que llegaba a su séptima edición. Si mi memoria no me falla, la sede principal era el Cineforo y había algunas actividades paralelas en el Centro de Investigación y Enseñanza Cinematográfica (ciec), dirigido por Emilio García Riera quien desde ahí continuaba su investigación sobre la historia del cine mexicano. Casi todos los invitados nos concentrábamos en el Hotel Lafayette y la presencia física de la publicidad de La Muestra realmente vestía a la ciudad. Llamaban la atención el entusiasmo del público, su generosidad y el impacto que la presencia de los actores provocaba; sin importar que las películas fuesen buenas o malas. También vale la pena recordar que, salvo los casos de Arturo Ripstein, Felipe Cazals y Jaime Humberto Hermosillo, en general, la mayoría de las carreras de los jóvenes cineastas estaba empezando.

En esos años, desde la Cineteca Nacional, programaba la Muestra Internacional de Cine y tengo presente la sensación de envidia que me provocó la hermana Muestra de Cine Mexicano. Limitados presupuestalmente en el tema de la publicidad y con el proceso de privatizaciones ya encarrilado, muchas de las salas tradicionales que albergaban a la Muestra Internacional estaban condenadas. A pesar de todo, incluso de la explosión de festivales que se ha desatado en la Ciudad de México, la Muestra Internacional de Cine sigue siendo un escaparate privilegiado. Por supuesto, ambas Muestras evolucionaron y, a pesar de todo, el cine mexicano sobrevivió a las distintas transiciones de aquellos años. En todo caso, la evolución más radical ha sido vivida por la de Guadalajara que es, desde hace una década, un gran −por la cantidad de actividades que ocurren durante su celebración− festival de cine y, en su momento, el único especializado en el cine iberoamericano.

Muchas películas han sido programadas a lo largo de estos 23 años que llevo asistiendo. También se ha modificado el entorno de una manera sustantiva, hoy una de nuestras sedes es el cineplex Cinépolis Centro Magno, en el que ocurren la mayoría de las proyecciones; el Cineforo se mantiene como la sede principal para las películas que compiten por el Premio Mezcal –concentrado en la filmografía mexicana− y el conjunto de las diferentes actividades cotidianas se concentran en el recinto de la Expo Guadalajara.

Una convocatoria creciente

Al cierre de la convocatoria para la trigésima edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (ficg), se inscribieron mil 394 trabajos para las tres secciones en competencia: Largometraje Iberoamericano de Ficción, Largometraje Documental Iberoamericano y Cortometraje Iberoamericano. Como todos los años, más de la mitad de los materiales inscritos son cortometrajes. Debo señalar que, al término del proceso de selección, se habían evaluado mil 881 películas.

En la tabla se encuentra la cantidad de películas inscritas en línea y las tendencias en el terreno de la producción se mantienen estables, con ligeras variantes. México es el país que más trabajos presentó, muy cerca España se mantiene en segundo lugar, en tanto que Argentina y Brasil ocupan, respectivamente, el tercer y cuarto lugar, aunque la cantidad de registros tiene un sabor a empate. En el terreno de las variantes, Colombia, Chile y Portugal incrementan ligeramente la cantidad de propuestas. La gran sorpresa es República Dominicana –un país con más de 10 millones de habitantes− que llega a la decena de trabajos fílmicos y que, en esta ocasión, tiene un trabajo seleccionado: María Montez (República Dominicana, 2014), de Vicente Peñarrocha, biografía de la actriz homónima conocida como la “reina del Technicolor” y cuya carrera ocurrió en Hollywood.

 

Inscripciones Iberoamericanas FICG30
País Inscripciones
México 318
España 267
Argentina 183
Brasil 181
Colombia 116
Chile 48
Portugal 37
Cuba 32
Venezuela 21
Perú 20
Ecuador 16
Uruguay 14
Costa Rica 12
República Dominicana 10
Paraguay 7
Bolivia 5
El Salvador 5
Guatemala 4
Panamá 3
Nicaragua 2
Honduras 1

600 Millas

Generalidades mexicanas

Las tendencias de la producción en la región se mantienen y un proceso creciente que permite la continuidad de estos números son las coproducciones. El ejemplo de las películas que compiten por el Premio Mezcal es revelador. En esta ocasión son 22 las películas seleccionadas, que se distribuyen de la siguiente manera:

 

Competencia Iberoamericana de Ficción

Cuando den las 3 (México, 2014), de Jonathan Alejandro Sarmiento Martínez.

El Jeremías (México, 2015), de Anwar Safa.

La delgada línea amarilla (México, 2014), de Celso García.

 

Competencia Iberoamericana Documental

Allende, mi abuelo Allende (Chile-México, 2015), de Marcia Tambutti.

El tiempo suspendido (México-Argentina, 2015), de Natalia Bruschtein.

Juanicas (Canadá-México, 2014), de Karina García.

Shih (México-España-Argentina, 2014), de Bruno Zaffora y Rafael Ortega Valderrain.

Tras Nazarín (España-México, 2014), de Javier Espada.

 

Hecho en México

600 Millas (México, 2015), de Gabriel Ripstein.

Alicia en el país de María (México, 2014), de Jesús Magaña

El aula vacía (México, Argentina, Brasil, Colombia, Perú, Uruguay, El Salvador, 2014), colección de diez cortometrajes dirigidos por otros tantos cineastas latinoamericanos, teniendo a los mexicanos Mariana Chenillo, Nicolás Pereda y, de alguna manera, Tatiana Huezo, quien vuelve a narrar una historia salvadoreña.

Ella es Ramona (México, 2015), de Hugo Rodríguez

Norte estrecho (México-Bolivia-Argentina-Perú-Estados Unidos, 2014), de Omar L. Villarreal.

 

Premio Maguey

Made in Bangkok (México-Alemania, 2015), de Flavio Florencio.

Estrellas solitarias (México, 2015), de Fernando Urdapilleta.

 

Galas

La increíble historia del niño de piedra (México, 2015), película de animación de Jaime Romandía, Miguel Bonilla, Miguel Ángel Uriegas y Pablo Aldrete

Estar o no estar (México, 2015), de Marcelo González

 

Son de cine

Con el alma en una pieza (México, 2015), de Jorge Bidault

El ruiseñor y la noche. Chabela Vargas canta a Lorca (México-España-Colombia, 2014), de Rubén Rojo Aura.

 

De estas 19 películas, nueve son coproducciones; dos relatan historias de exilio (Allende, mi abuelo Allende y El tiempo suspendido); una más es un cálido testimonio familiar de mexicanos que residen en Montreal (Juanicas); otras dos son, digamos, bitácoras de viaje (Made in Bangkok y Shih); un par recuperan a figuras de la cultura y testimonian su trabajo que rebasó fronteras (Tras Nazarín y El ruiseñor y la noche…); otra describe el problema de la deserción escolar desde la perspectiva regional y, finalmente, una más revisa uno de los aspectos de la inmigración (Norte estrecho).

Si nos mantenemos con las películas que participan en la selección del Premio Mezcal, diez de ellas, de ficción o documental, son primer largometraje y la mayoría de los cineastas han nacido entre 1973 y 1986. Muchos tienen algún antecedente en el oficio fílmico: han sido sonidistas, editores, asistentes de director, fotógrafos, directores de arte y, por supuesto, guionistas. En el caso de los cineastas nacidos en la década de los setenta, acceder a la dirección fue la decisión obligada ante la dimensión personal del proyecto.

 

Realizadoras a la baja

Sigue manifestándose, por otro lado, el persistente hecho de que las mujeres están filmando documentales. Si nos basamos en la selección para la competencia iberoamericana, tenemos que nueve trabajos fueron dirigidos por hombres y siete por mujeres –uno de ellos en codirección. El contraste se establece de manera radical en la sección Iberoamericana de Ficción, en la que no hay un solo trabajo dirigido por una mujer −en la edición pasada exhibimos las películas de Laura Astorga −Princesas Rojas (Costa Rica-Venezuela, 2013)−, Natalia Smirnoff −Cerrajero (Argentina, 2014)− y Mariana Rondón −Pelo Malo (Venezuela-Perú-Argentina-Alemania, 2013). Quizás resulte sintomático y pueda resaltarse el caso de El aula vacía, en el que participan cuatro mujeres, entre los diez directores: Mariana Chenillo, Flavia Castro, Tatiana Huezo y Lucrecia Martel. De sus trabajos, Mariana Chenillo y Tatiana Huezo se decantan por el documental ortodoxo −con una concepción de puesta en escena diferente−; Lucrecia Martel filma un híbrido en el que el documental determina la ligera línea argumental y sólo la brasileña Flavia Castro registra una ortodoxa historia de ficción.

 

Mexicanos fuera del país

Para la trigésima edición del ficg incorporamos una sección que se llama Mexicanos en el Extranjero y que, ante las evidencias, encontraremos de manera persistente en el futuro próximo. Esta selección rescata aquellos casos determinados por la migración, la oferta universitaria y el destino, con el rasgo común de que varios jóvenes deciden levantar un proyecto en su país de residencia.

En esta edición, dos de los trabajos nos permiten apreciar que los noveles cineastas optan por adaptarse al medio ambiente y filman sendos thrillers, de inspirado corte anglosajón: The Hit Producer (Irlanda, 2014, de Kevin de la Isla O’Neill), filmada en Dublín, y Dog’s Breakfast (Australia-México, 2015), filmada en Sidney. En contraste se encuentra Tierra caliente (México-Inglaterra, 2015), en la que Laura Plancarte escenifica una larga conversación sostenida con una familia que vive en esa conflictiva zona de nuestro territorio. El ficg abre sus puertas a todos los cineastas mexicanos. Nuestras historias también ocurren en las calles de Nueva York, Sidney o Montreal…

 

Relatos familiares desde Iberoamérica

En el caso de las películas iberoamericanas, continua dominando la crónica familiar, núcleo en transición y golpeado por las diferentes crisis. En Choele (Argentina, 2014, de Juan Sasiaín), un niño, en sus vacaciones de verano, descubre el desencuentro que existe entre sus padres; en Aurora (Chile, 2014, de Rodrigo Sepúlveda), una mujer decide adoptar a una bebé muerta y arrojada en un basurero; en Las tetas de mi madre (Colombia, 2014, de Carlos Zapata) ocurre el involuntario descubrimiento del oficio materno en una barriada colombiana; en la brasileña O Outro Lado do Paraíso (Brasil, 2014, de Andre Ristum), se documenta la migración de una familia, durante los días en los que ocurre el nacimiento de Brasilia; en Sebastián (Estados Unidos-Perú, 2014, de Carlos Ciurlizza) vemos el regreso de un hijo a su ciudad natal, en la que todos guardan algún secreto.

La isla mínima (España, 2014, de Alberto Rodríguez) es una nueva muestra de la fuerza narrativa del cineasta, quien presenta una historia de suspenso −antes había mostrado sus virtudes en Grupo 7 (España, 2012)−; María Montez resalta por su recreación de época en el Hollywood que pasaba del blanco y negro al technicolor. Desde la perspectiva de los problemas sociales se encuentran El patrón, radiografía deun crimen (Argentina-Venezuela, 2014, de Sebastián Schindel), estremecedor relato sobre las nuevas formas en las que se da la relación de explotación más extrema; Ixcanul (Guatemala-Francia, 2015, de Jayro Bustamante), describe la situación femenina en una comunidad indígena maya de Guatemala; NN (Perú, 2014, de Héctor Gálvez) es un relato sobre el oficio del antropólogo forense, muy pertinente en el actual momento mexicano.

Finalmente, hay dos películas en las que la discotheque es un espacio vital, pleno y que contrasta con todo lo que ocurre afuera de ese mundo de luces, sombras y música: Venecia (Cuba, 2014), de Kiki Álvarez y Qué viva la música (Colombia-México, 2015), de Carlos Moreno; la primera se ubica en La Habana de nuestros días y la segunda rescata una novela de culto que Andres Caicedo escribió en los años setenta sobre Cali. Los relatos son luminosos y sombríos. Posiblemente la dialéctica de nuestro cine, de nuestro tiempo.

Ixcanul 01

 

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