«El crimen del cácaro Gumaro», ácida y fársica incursión fílmica de Andrés Bustamante al cine mexicano

Es palomera, ¡pero con palomitas radioactivas!

Por José Juan Reyes

Ciudad Güépez es un pequeño pueblucho de la provincia, pero también es un reflejo puntilloso y quirúrgico de la sociedad mexicana y del país entero. Es por ello que en esta minúscula localidad con presidente municipal corruptazo y un par de hermanos enfrentados por el cine legal y pirata –además de por una novia común–, puede aparecer la historia del cine nacional, siempre en parodia, desde los Olores perros hasta el Padre Amargo, con una inabarcable cantidad de cameos.

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Andrés Bustamante es el “Güiri Güiri” y viceversa. Su humor es único e inolvidable. Alejado de los reflectores y de la atención que provocan las apariciones constantes, repetitivas en la televisión, sobre todo durante las transmisiones deportivas tanto de los Juegos Olímpicos como de la Copa Mundial de Futbol, el actor pasó los últimos años trabajando en un nuevo y ambicioso proyecto: una película de largometraje, El crimen del cácaro Gumaro (México, 2014), en que despliega con un sentido mucho más agudo su conocido humor. Además, para este filme, se hizo rodear de algunos de sus amigos: en la dirección contó con el apoyo de Emilio Portes (Conozca la cabeza de Juan Pérez, Pastorela), mientras que desarrolló el guión al lado del músico y escritor Armando Vega-Gil, ex bajista de Botellita de jerez, banda de rock mexicana que en los años ochenta brilló por su música y letras divertidamente críticas.

Juntos, crearon la historia para esta película, en la que no dejan títere con cabeza, pues se trata de una sátira en torno al cine mismo, en un poblado imaginario de la provincia mexicana contemporánea, sitio en el que sintetizan casi todas las situaciones a las que estamos expuestos: de la corrupción de las autoridades públicas a los experimentos con sustancias peligrosamente radioactivas; de las épicas batallas entre cineastas y críticos –vistos como cineastas frustrados–, a la lucha por el poder con todas las variantes posibles. Todo ello a través de una serie de personajes arquetípicos.

Güépez es una pequeña ciudad que es regenteada por su presidente municipal, don Cuino Meléndez de la Popocha (Bustamante). El cácaro del pueblo es don Toribio Mújica (Eduardo Manzano, el “Polivoz”), quien está a punto de morir, por lo que le pide a sus dos hijos Gumaro (Carlos Corona) y Archimboldo (Alejandro Calva), que regresan a la localidad, a casa, para escuchar el testamento, el cual es leído por don Cuino. El documento establece que Archimboldo se quede con un camión destartalado, que en realidad es un puesto de películas piratas, mientras que a Gumaro le toca como herencia la empresa familiar, el Cine Linterna Mújica.

Cegados por la ambición y las caderas de Claudianita (Ana de la Reguera con nombre de Ana Claudia, la protagonista del original crimen de Amaro), el par de hermanos inician una guerra sin cuartel por el control de la sala y del mercado negro de películas pirata, en la cual echan mano de todos los recursos a su alcance, entablan entonces una batalla que deviene en una severa crisis en la comunidad, a tal punto que resulta ser muy parecida al Apocalipsis.

Emilio Portes comentó que el proyecto nació como un homenaje a las películas mexicanas clásicas pues no es sino un intento por abarcar los géneros de comedia, de terror y hasta las rancheras. “Pero al desarrollar el guión las cosas fueron cambiando, por ejemplo, Bustamante y Vega-Gil, originalmente sólo era los guionistas y acabaron por aparecer en la película, y sus personajes representan el poder fáctico, tanto don Cuino en lo político, como el Padre Amargo, el cura del pueblo, es decir, el Estado y el clero”.

Al ser el primer proyecto que Portes dirige por encargo, más que su peculiar humor, lo que se trasmina en la historia es, sobre todo, el humor de Andrés Bustamante, principal impulsor del proyecto, advierte. Y remarca: “es muy distinto al que yo había manejado en mis anteriores películas –Conozca la cabeza de Juan Pérez (México, 2008) y Pastorela (México, 2011)–, aunque fue muy agradable no sufrir por conseguir el financiamiento… el planteamiento que seguí para resolverla fue ser fiel a las propuestas de los escritores y aderezarlo con otros subgéneros que no se habían tratado antes en una película mexicana, como la farsa y la parodia. Creo que el antecedente más cercano a esta idea es precisamente Pastorela, que sin embargo es un poco más violenta. El crimen del cácaro Gumaro es mucho más ácida, pues se avienta a criticar casi todos los temas actuales de la sociedad mexicana”.

Las parodias lo mismo al cine nacional de los últimos veinte años, así como a otras producciones extranjeras, hizo que se volviera una película de acción disfrazada de comedia. El humor implica una crítica social, de manera individual o grupal, como ocurre en el caso de esta cinta, explica Portes. “Lo que hace esta historia es que logra un nivel de ironía muy alto, que se nutre de los vicios de la sociedad. El conflicto entre los hermanos Mújica lo refleja, pues a uno le heredan el cine y al otro el puesto de películas piratas. Hay una tercera lectura que es la evocación a películas que son iconos del cine nacional, la más evidente es El crimen del Padre Amaro (México, 2002, de Carlos Carrera), pues incluso el productor en ambas es el mismo, Daniel Birman Ripstein”.

Portes también asegura que, al ser una farsa, esta comedia coquetea con otros géneros, como el suspenso y la acción, en combinación con algo de terror pero todo ello siempre dentro de la comedia. “La ventaja de tener a Andrés Bustamante no sólo en el guión sino en el elenco, con su gran capacidad de improvisación, fue una ventaja, pues siempre sabía cómo resolver cada momento de la filmación. Y gracias a él, durante la filmación, el resto de los actores protagónicos hicieron lo mismo, así que el humor resulta ser muy espontáneo”.

Memorias del cine

Este es el primer trabajo cinematográfico que Andrés Bustamante y Armando Vega-Gil escriben juntos, si bien ya habían trabajado previamente en televisión en El Güiri Güiri. “Fue algo muy divertido –relata Bustamante–,  porque tuvimos la oportunidad de escribir una historia con nuestro humor, sí, pero con elementos que nunca antes habíamos abordado: los personajes abordados evocan lo que he mostrado en otras ocasiones, pero con un sentido distinto, nos atrevimos a criticar e ironizar con muchos elementos. Me siento muy entusiasmado porque tuve la oportunidad de escribir y actuar, algo que siempre es muy grato de hacer. Estos personajes efectivamente representan a varios aspectos de la sociedad y sobre todo del cine de género, de la comedia y el terror, pero son presentados de una manera pocas veces vista en nuestro cine previamente, con una visión crítica pero sobre todo divertida… es una película palomera ¡pero con palomitas radioactivas!.

“En esta historia, escrita por su servilleta –de hecho yo busqué a Daniel Birman y a los productores–, hay muchos recuerdos de nuestro cine mexicano, pues la idea es mezclar todo eso en un sólo espectáculo cinematográfico, ese es el aporte que tendrá, además, claro, de hacer una crítica sabrosa a todo lo que vivimos en nuestra realidá, así con acento al final, pues es muy mexicano todo lo que hay en la película. Estos dos hermanos y los personajes que los rodean, representan a todo eso, el pueblo de Güépez es como nuestro México, pero en pequeño, pues ahí ocurre de todo y hasta hay una invasión de zombis, que claro, son eliminados por los gringos, pues así debe ser…”.

Si bien la película no es pretenciosa sí contiene un humor un poco más rebuscado que el que comúnmente se produce en la televisión o en las comedias comerciales en el cine, aclara Bustamante. Y lo define con una frase: “no le hubiera yo entrado a hacer un humor ñango”. “Efectivamente, con Armando Vega  Gil, buscamos cierta estructura para poder decir ciertas cosas, pero no de manera panfletaria, sino aventar ciertas cositas para que la gente tenga un punto de vista y diga si está bien o está mal, sin necesariamente tomar partido”.

Parte de la importancia de esta película, para Andrés Bustamante, era rendir homenaje al cine que lo influyó en su vida, no sólo nacional, sino internacional. “Yo recuerdo que mi papá, cuando se enteraba que iba a haber cortos de El Gordo y el Flaco me llevaba al cine desde que yo era muy chavito. Por supuesto, también a Chaplin, a Buster Keaton, a Harold Lloyld, yo me alimenté mucho de ese rollo, por eso tenía una tendencia a hacer  cosas mudas en la tele, en blanco y negro, y en cámara rápida. Luego, por supuesto, más adelante, iba a ver a Cantinflas. Cuando se estrenaba una película suya ahí estábamos nosotros ya formados, mis papás nos llevaban a verlas. A Tin Tan lo descubrí un poquito después y me pareció maravilloso, así como todo lo que podamos ver del cine nacional.

“Aparte, de chavo, me gustaban las películas de monstruos: Godzilla y Ultramán y todas esas ondas japonesas, me las chutaba y me gustaban mucho. Y luego, por supuesto ese rollo de la televisión, de series como Mi marciano favorito, Viaje al fondo del mar, El túnel del tiempo, Perdidos en el espacio. Siempre que estoy con Trino el monero (José Trinidad Camacho), mi brother, nos atacamos de la risa recordándolas y decimos idioteces, además se las sabe de memoria. Y bueno, por supuesto los programas de comedia mexicanos, yo veía  desde muy chavo cosas de Mauricio Garcés en la tele, el principio de los Polivoces, Ensalada de locos, todo ese rollo, que quieras o no, los metes en una licuadora y de repente, quién sabe cómo va saliendo, lo va uno sudando en la chamba y se va impregnando a la piel”.

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Este artículo forma parte de los contenidos del número 33 de la revista cine TOMAde enero-febrero de 2014. Consulta AQUÍ dónde conseguirla.

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