Muere el crítico cinematográfico Gustavo García

La mañana de este jueves, 7 de noviembre, falleció el crítico e investigador cinematográfico Gustavo García, tras una larga estadía en terapia intensiva en el Hospital Ángeles del Pedregal y luego en el Hospital de Alta Especialidad «Adolfo López Mateos» del ISSSTE,  por un paro respiratorio, luego de una operación gástrica urgente en junio pasado. Esta mañana, su esposa, Claudia Ojesto, confirmó el fallecimiento de quien fuera una de las figuras preponderantes tanto de la crítica cinematográfica desde sus espacios semanales en los micrófonos de la sección Butaca Red de Radio Red y semanalmente los jueves en Noticias 22 de Canal 22.

La redacción de cine TOMA se une a la pena que embarga a su familia y amigos, así como la comunidad cinéfila. Que descanse en paz.

En cine TOMA, Gustavo García apareció publicado en el número 16, El OJO ESCRUTADOR. La crítica incomoda, de mayo-junio de 2011; así como en el número 19, Y SE HIZO SONORO. Ochenta años de cine sincrónico en México, de noviembre-diciembre de 2011.

Reproducimos a continuación la entrevista que le realizó el periodista José Juan Reyes para el número 16 de cine TOMA, pues nos ofrece un perfil bastante completo sobre este maestro tanto por su ejercicio escritural y como comentarista, tanto cuanto porque fue profesor tanto en la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Universidad Autónoma Metropolitana.

García Ariel

Gustavo García durante la transmisión especial de la 
55 ceremonia de entrega del Ariel para Canal 22, 
el 28 de mayo pasado. Fotografía: Pedro Arroyave.

Gustavo García frente a un panorama desolador para la crítica

El crítico ha sido desplazado por el taquillero

Por José Juan Reyes

Formado como periodista en la UNAM, Gustavo García bien pudo haberse dedicado a la crítica literaria o a la de de alguna otra arte, pero el entorno propicio de los años setenta le condujo a ejercer la de cine, tanto como investigador, profesor y crítico. Empero, el deterioro que esta actividad ha experimentado en décadas recientes le lleva a proponer que las escuelas de cine abran la especialidad de crítico.

Toda obra creativa que se expone al público requiere de la existencia de una voz que comente, que desmenuce su contenido y propuesta, para así nutrir tanto el disfrute de su contemplación como la relación del autor con su entorno. Y en el caso del cine, el crítico es el enlace entre los realizadores y los espectadores.

En México, este oficio se había ejercido en completa libertad y con propuestas reflexivas, abarcando prácticamente todas las vertientes fílmicas que se han desarrollado a lo largo de nuestra historia, por más crisis que se atraviese o por más falta de producciones que las acompañe.

Quién así opina es Gustavo García, periodista, profesor universitario, crítico de cine e historiador, cuya trayectoria más que amplia, le permite ofrecer un interesante panorama del desarrollo de este oficio en las décadas recientes.

Licenciado en Periodismo y Comunicación Colectiva por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde fue profesor durante 15 años, García fue fundador y director de la revista Intolerancia, ha colaborado en los principales periódicos y revistas culturales del país y condujo el programa Cartelera en Canal Once. Actualmente es profesor en la carrera de Comunicación Social en la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco y conductor del programa Cinema Red de Grupo Radio Centro desde 1997 y es columnista del diario Record.

Es autor de los libros El cine mudo mexicano (1983), La década perdida /El cine mexicano de los cincuenta (1985), No me parezco a nadie. La vida de Pedro Infante (1995), Pedro Armendáriz (1996), La época de oro (1997, con Rafael Aviña) y Nuevo cine mexicano (1997).

Los siguientes son fragmentos de la entrevista en la que relata cómo se dio su incorporación al medio y la manera en que se desarrolló durante sus primeros años, de los más favorables para el cine en nuestro país.

“Hay que considerar que una crítica cultural, en este caso de cine, no necesariamente depende de una producción local. Por ejemplo, Uruguay tuvo una excelente crítica de cine en los años sesenta sin tener una producción local; por ello, uno de los beneficios de este trabajo es que se puede desarrollar a partir de lo que se hace en otras partes del mundo.

“En México ocurre lo mismo. Por ejemplo, en los años 80 la producción era muy baja en calidad y cantidad, entonces lo que se evaluaba eran propuestas absolutamente básicas y poco propositivas, y aunque suene pretencioso, la critica estaba muy por encima de las producciones nacionales”.

Es por ello que considera que no tiene por qué haber una relación directa entre la producción fílmica y el ejercicio de la crítica sobre ella. Y es que en la actualidad, mientras  el cine mexicano tiene una serie de diversas propuestas, que son incluso inesperadas, pues no hay corrientes precisas, todo es experimental, su industria no se ha consolidado.

“Lo bueno es que acaba siendo un terreno muy estimulante para el análisis cinematográfico. En los años setenta era muy fácil ser cinéfilo, en ese momento, con Luis Echeverría como presidente, se puso de moda el cine, estaba por nacer la Cineteca Nacional, había desaparecido la reseña de Acapulco, pero aparecieron las muestras, se abrieron cines de arte, como los de Alatriste y el Regis”.

La investigación sobre cine también comenzó a dar sus primeros frutos en esa época, pues Emilio García Riera había publicado el primer tomo de su Historia documental del cine mexicano; en ese entonces se consideraba al cine como material de estudio.

“Era un lugar común decir que el cine es un arte, al mismo tiempo se hablaba de que era un arma de la Revolución, que era una manera de difundir mensaje subversivos, en fin, el cine era la neta. En esos años, cuando empecé a estudiar periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, me cayó una chamba como crítico de cine; es decir, me pude haber dedicado a la crítica literaria o de cualquier otro tipo, pero me ofrecieron ese trabajo y lo acepté; además era cinéfilo desde mi infancia, conocía a los críticos que eran dogma a seguir, como García Riera o Jorge Ayala Blanco, y en ellos me basaba para desarrollar mis propias consideraciones”.

Las décadas de gloria

Al ubicarnos en un interesante flashback, García se refiere a una década promisoria para el país, en la que se habla de crisis, pero se refería casi en exclusiva a la paridad del peso frente al dólar. Fueron los años setenta, cuando la sociedad aún podía dividirse claramente en clase alta, media y baja; no existía la pobreza extrema y la inseguridad era sólo un tema conocido a través del cine.

El ejercicio de la crítica encontró entonces tanto el asiduo interés del público como las condiciones económicas para desarrollarse, lo mismo en periódicos como en revistas. En ese contexto fue Gustavo García comenzó a desarrollar su carrera.

“Tener una generación anterior con esas características, ayudaba mucho a que surgieran nuevos críticos de cine y también porque había muchos lugares donde publicar. En mi caso, comencé a escribir a los 19 años y la generación anterior también había empezado muy joven; eso provocó que a los críticos se les exigiera mucho, al menos un cierto grado de erudición, manejar filmografía y ciertos términos técnicos.

“Por aquellos años, no se podía andar en el medio sin tener bajo el brazo una bibliografía básica; entonces una vez que te cae trabajo como crítico, comienzas a darte cuenta que para ejercer una profesión consistente, debes leer cosas sobre cine y aprender a verlo de otra manera, más crítica, reflexiva, analítica y al mismo tiempo descubres que todo lo que leas y descubras, va acabar por darle forma a un corpus que te va a ayudar a ejercer un trabajo periodístico analítico. Al menos eso fue lo que me pasó”.

En cuanto a la relación de los críticos con los cineastas y el público, García comenta que los realizadores, en general, rechazan de manera visceral el ejercicio de la crítica, cuando puede ser algo sano.

“Lo que me parece grave es que haya hostilidad por ambos lados. No sirve de nada ser un crítico virulentamente hostil, porque eso vicia la lectura de su análisis y tampoco se vale que el cineasta este buscando inmediatamente el aplauso. Se entiende que el crítico ocupa el lugar del espectador, es decir, no está para decirle al realizador en qué falló.

“Entonces, por oficio y por una serie de factores que lo favorecen, el critico tiene la oportunidad de colocarse en el lugar del público y responderle al cineasta un comentario sobre lo que ha visto en la pantalla, decirle qué sintió y pensó al ver su película, que suele ser algo muy distinto a lo que el realizador se proponía”.

Ocurre con frecuencia, ejemplifica, que el cineasta hace una propuesta con una cierta idea y lo que le queda en la pantalla es algo que se aleja por completo de sus ideas. Lo que el crítico hace es una evaluación de percepción, algo que a los realizadores y a los productores no les gusta.

“Incluso llegan a decir que la crítica no les sirve para nada, pero eso deja ver que hace falta que se tome en cuenta al público; los productores en particular suelen ser personas autosuficientes en su percepción respecto a las películas que hacen.

“También hay que decir que el trabajo del crítico de cine ha deteriorado mucho su oficio, desparecieron las revistas de cine, cuando en décadas anteriores eran fáciles de hacer. Yo mismo tuve una y mucha gente también lo hizo. En un contexto así, fue muy sencillo desarrollar nuestro trabajo como ensayistas, entregarnos al texto largo, a las entrevistas de fondo, documentar de manera amplia lo que le ocurría al cine.

“Todo eso desapareció, en su momento nos refugiamos en los suplementos culturales de los periódicos y revistas, pero estos también se acabaron y el crítico de cine de convirtió en un recomendador para los tiempos de ocio del fin de semana, porque el lector ya no nos busca por nuestras capacidades analíticas o grado de erudición, sino para simplemente decidir si la película de estreno vale la pena el viaje, para no desperdiciar su dinero”.

Entre la ignominia y la improvisación

Tan deteriorado se encuentra el medio en la actualidad, que los críticos han sido desplazados por los taquilleros, pues la gente les hace más caso a su opinión para decidir qué película ver, observa García.

“Eso si es verdaderamente humillante. En los años setenta ya parece que alguien iba a llegar al cine Regis a preguntarle a la que vende los boletos qué película ver, en ese entonces la gente leía a los críticos y formaba criterio a partir de sus consideraciones. El deterioro es enorme, en todos los terrenos.

“El medio de la crítica se ha renovado, pero no se nota. Se pueden detectar algunos opinadores interesantes, pero hasta el momento, no he encontrado alguno con las características de antaño; hay algunos, sobre todo en Internet, que dan opiniones interesantes, pero que no dejan de ser recomendaciones, el problema con ellos es que están demasiado de rodillas ante los distribuidores, porque les preocupa que ya no los inviten a la siguiente función de prensa”.

Además, apunta, es evidente que muchos de estos críticos de las nuevas generaciones no se han formado, ni se han preocupado por estudiar de verdad al cine como manifestación cultural, ni de acercarse a los grandes teóricos, como Sergéi Eisenstein, André Bazin, o Ayala Blanco, cuyos primeros textos le parecen iluminadores a García.

“Es decir, lo mínimo para darle forma a ese corpus de conocimiento que permita ejercer una crítica fundamentada. Y hay otro punto, la bibliografía de cine también ha desaparecido, ahora se reduce a algunos textos en Internet y eso me parece muy, muy lamentable; es una enorme paradoja que en tiempos como los nuestros, en los que prácticamente puedes tener tu propia filmoteca en casa, gracias al DVD, los nuevos críticos tengan conocimientos inmensamente reducidos.

“Creo que de todos modos hay gente que vale la pena, podemos mencionar a Erick Estrada, a Lucero Solórzano, a Fernanda Solórzano, en televisión está Silvestre López Portillo, un fenómeno bastante insólito por el medio en que ejerce su trabajo, es decir, él no escribe pero comenta y lo hace bastante bien”.

Además, en opinión de este crítico, las nuevas generaciones aún están en formación, “y aunque suene a frase de película de Alejandro Galindo, en ellos están puestas las esperanzas de muchos chicos como nosotros.

“El panorama no es nada favorable, pues los espacios se han reducido; en el Distrito Federal hay unos cuantos o prácticamente no existen, las estaciones de radio son sólo algunas opciones pues ofrecen secciones dentro de otros programas para hablar de cine, pero no pasan seguramente de seis; en provincia es casi un milagro que un crítico pueda desarrollarse”.

Es por ello que le parece que la opción está en la Internet, aunque es un medio aún caótico y desordenado como para que pueda decir la última palabra.

“Estamos frente a una situación complicada. Me parece que una opción sería volver a la academia, que la crítica de cine se incluya en las asignaturas de las escuelas de cine, que las universidades ofrezcan diplomados. Es decir, darle un formato que permita desarrollarla pero sobre todo formar verdaderamente a los futuros críticos de cine.

“La iniciativa debería estar en las escuelas de cine, porque es muy importante no sólo formar cineastas, sino a personas que les den la réplica a sus trabajos, o en las escuelas de comunicación, y por qué no, en la Cineteca Nacional o en la Filmoteca de la UNAM”.

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