Surgió de la pérdida de un ser querido
Por José Juan Reyes
Tras cuatro años dirigiendo la Muestra de Cine Mexicano en Guadalajara –y lograr convertirla en Festival Internacional de Cine–, la realizadora jalisciense Kenya Márquez se dedicó por completo a realizar su primer largometraje de ficción, Fecha de caducidad, una comedia macabra sobre la muerte, la desaparición, la obsesión y la desconfianza, misma que llegará a cartelera el 24 de agosto.
La vida de Ramona (Ana Ofelia Murguía) pierde sentido cuando Osvaldo (Eduardo España), su único hijo, desaparece. Angustiada y sin nadie que la ayude, decide ir en su busca, para iniciar así un viaje irónicamente kafkiano en el que se enfrenta a las numerosas posibilidades de lo que pudo haber ocurrido y que explicara su desaparición, además de sus propios demonios personales y a su personalidad obsesivo compulsiva. Así podría resumirse el planteamiento básico de la ópera prima de la directora y guionista tapatía Kenya Márquez (Guadalajara, 1972), Fecha de caducidad (México, 2011) una historia en la que se entretejen una serie de situaciones en las que el humor negro prevalece frente a la tragedia. Por ejemplo, lo último que el espectador recuerda del vástago de la angustiada abuela es que tiene casi cuarenta años, pese a lo cual depende de ella, pues no tienen trabajo, le gusta ver el fútbol mientras ella le cocina bocadillos, va a la tienda por sus cervezas o le corta las uñas del pie.
Márquez logró reunir a un elenco de primera para esta cinta, pues además de Ana Ofelia Murguía y Eduardo España, aparecen Damián Alcázar (Genaro), Marisol Centeno (Mariana), Marta Aura (Milagros), Jorge Zárate (Forense), Catalina López (Empleada de perfumería), Laura de Ita (Empelada de zapatería), y Eduardo Villalpando (Gordo).
La narración de que echa mano la realizadora y también guionista del filme, combina los planos largos con la brevedad de algunos diálogos trascendentes en la historia, con lo cual se pone de manifiesto que la frase “quería contar una historia de la mejor manera posible”, que se ha vuelto casi un lugar común entre los cineastas mexicanos, encuentra en ella la excepción a la regla, pues logra desarrollar una propuesta accesible y al mismo tiempo reflexiva.
Baste decir el hecho de que Fecha de caducidad sea la película mexicana más premiada en festivales, nacionales y extranjeros, sustenta su alcance con la audiencia, como el Premio del Público para Largometraje en Competencia en el ix Festival Internacional de Cine de Morelia, donde también obtuvo una Mención Especial; así como el premio a Mejor Ópera Prima Iberoamericana en Miami, y a Mejor Largometraje Jalisciense de la Academia Jalisciense de Cinematografía.
Egresada de la Licenciatura en Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad del Valle de Atemajac y del programa de estudios de guión cinematográfico del Centro de Capacitación Cinematográfica, Kenya Márquez concede la presente entrevista en la cafetería de un cine del sur de la capital del país. Hay dos tazas de café sobre la pequeña mesa, un vaso con agua y un paquete de pastillas. “Son para la gastritis. No debería tomar café, pero me gusta mucho, así que ahí va”, advierte. Toma con calma un par de ellas y la conversación comienza.
El primer planteamiento se refiere a su experiencia como directora de lo que hoy conocemos como Festival Internacional de Cine en Guadalajara, entre 2002 y el 2005: “Hace ya bastantes años, pues cuando estuve al frente todavía era una muestra –aún se llamaba Muestra de Cine Mexicano en Guadalajara. En ese momento, estaba preocupada más por mi carrera como cineasta, pero se presentó la oportunidad, la tomé y en verdad estoy convencida de que hice un buen trabajo… claro, yo qué puedo decir. Pero para este proyecto fílmico me sirvió mucho esa experiencia, pues lo vi como un proceso de aprendizaje, tanto como funcionaria como esa parte de mí que se había detenido, es decir, como directora de cine, pues tuve la oportunidad de conocer ambos lados del proceso, el de creación y el de difusión. En esos años, nunca dejé de escribir ni de soñar con filmar una película, tenía varias proyectos, este y otros más, pero como te imaginarás, no tenía mucho tiempo para trabajarlos.
“Así que cuando se acabó mi labor en el festival, comencé a dedicarme a levantar este proyecto, que vaya que sí es algo de difícil de hacer en México. Muchas veces, no imaginas cuantas, estuve a punto de dejarlo, pues simplemente las cosas no se lograban, avanzaba un poco, pero no era suficiente. Los productores primero aceptaban y luego se arrepentían, pero igual que antes nunca dejé de trabajar en el guión de esta historia, no sé decir cuántas veces lo hice ni cuántas versiones son. Al final ya no me importaba, quería estar concentrada en el rodaje, lo bueno de esto es que al final se nota en la pantalla todo ese trabajo, tanto en el desarrollo de la historia como en las características de los personajes, incluso en el final, pues tuve tiempo de probar en el papel muchas alternativas, de un modo u otro: feliz o dramático, intenso o abierto, lo que te imagines”.
La madre de Osvaldo va encontrando, en la búsqueda de su hijo, a personajes atípicos, particularmente retorcidos y contradictorios, de quienes mantiene la sospecha de que pueden ser los asesinos de su hijo. Por ejemplo, cuando Ramona llega al Servicio Médico Forense (Semefo), con la mayor de las angustias porque ha agotado las otras alternativas y comienza a hacerse a la idea de que ha muerto, por lo que decide buscar su cuerpo para, al menos, darle sepultura, así que comienza a obsesionarse y a imaginar una gran cantidad de escenarios posibles, en los que cada una de las personas que la rodean son sospechosas. Este lugar resulta un microcosmos cuyos habitantes saben que una buena torta de huevo con chorizo es lo mejor que se puede tener cuando se está tan cerca de los muertos y es donde más razones encuentra para alimentar su paranoia. Esto se ejemplifica en particular con Genaro (Damián Alcázar), un patético multiusos que colecciona la nota roja, mientras que los empleados del servicio forense le venden por lástima algo de la ropa con la que llegan los cadáveres.
En tanto, en su casa, Ramona comienza a trabar amistad con su atractiva y joven vecina, Mariana (Marisol Centeno), quien parece huir de algo, lo cual en vez de calmar sus nervios, hace que imagine más terribles posibilidades acerca de lo que causó la desaparición de su Osvaldo.
Al mismo tiempo, la película relata, con el mismo humor negro, la historia de estos dos personajes: Genaro, un hombre que deseaba ser médico pero que terminó trabajando en un deshuesadero de autos y la de una pueblerina que llega a la ciudad tras escapar de su familia, Mariana.
Al respecto, Kenya Márquez advierte que parte de todas esas historias resultan un reflejo de su propia persona: “Esta historia se generó a partir de mi propia frustración y poca tolerancia para poder entender la muerte. Es decir, Fecha de caducidad surgió de la pérdida de un ser querido. Comprendí entonces que tenía que contar lo que le pasa a alguien que no puede asumir la muerte de otra persona, lo cual resulta una situación universal, pues todos los seres humanos nos sentimos así frente a una pérdida tan dolorosa. Para este proyecto, elegí a una madre que pierde a un hijo, porque es el amor más grande que puede existir en el mundo, el de un padre o una madre hacia su hijo, además que me permite desarrollar una forma peculiar de contarla, pues está llena de humor negro, pero no es algo exagerado.
“Otro aspecto es que tengo la necesidad de contar historias, me encanta estar en un set, dirigir es uno de los placeres más grandes. También disfruto el proceso de postproducción, es similar a comer un manjar que tienes ahí todo el tiempo. Me parece que es un privilegio hacer cine, sobre todo en un país como México, pues cuando veo los costos de éste u algún otro proyecto, creo que ese dinero debería estar destinado a otras cosas, pero también veo que es necesario sostener este tipo de proyectos, pues de otra forma acabaremos por perder nuestra propia identidad, y no digo con esto que mi película vaya a cambiar algo, sino que todos los proyectos artísticos de nuestro país son importantes”.
Además, reflexiona, estas dificultades se multiplicaron por tratarse de un proyecto cinematográfico jalisciense, dado que la producción de cine en México por lo regular sufre de un terrible centralismo que tiende a facilitar el trabajo a los proyectos capitalinos. Y concluye: “En México y en muchos países latinoamericanos es un reto hacer cine. En nuestro país es complicada la cuestión del financiamiento. Hay un centralismo para los recursos, para las facilidades de rodaje. Uno puede encontrar una comisión de filmación impecable y que facilita todo el trabajo a un productor en el Distrito Federal, pero en provincia es terrible. El cineasta en provincia tiene que hacer un esfuerzo más intenso. Esto provoca que no tengamos mucho oficio, porque casi no se filma en los estados. De repente es tortuoso, pero cuando uno logra filmar, lo disfruta mucho y lo aprovecha al máximo. Desde luego que tengo potros proyectos que me gustaría filmar, pero de momento quiero disfrutar este momento con Fecha de caducidad, pues viene el proceso más duro de todos, que es el estreno en salas, donde estará compitiendo con todas las propuesta de Hollywood, así que espero que el público nos apoye a partir de lo bien que nos ido en festivales, pues lo demás lo tendrá en el momento de verla, ya que se trata de un filme entretenido, divertido y en el que es posible reconocernos como sociedad, como mexicanos”.
Este artículo forma parte de los contenidos del número 29 de la revista cine TOMA, de mayo-junio de 2013. Consulta AQUÍ dónde conseguirla.