«La última muerte» y los dilemas morales en David Ruiz

Un thriller psicológico en algún futuro lejano

Por Sergio Raúl López

Es el futuro, cierto, pero los habitantes de este lugar ubicado en algún sitio y en algún tiempo indeterminado enfrentan las mismas incertidumbres y problemas que la gente de cualquier otra época, pues los personajes de La última muerte, al final, simplemente están al la búsqueda de sí mismos.

El futuro no es, necesariamente, tan distinto del presente. Podrá haber trenes bala, computadoras que reaccionen al tacto o cartillas de identidad globales, pero eso no significa que las pasiones humanas serán distintas, ni que dejarán de existir crímenes, pobreza o desigualdad. Y tal pareciera ser la premisa que impera en La última muerte (México, 2012), el primer largometraje del neoleonés David Ruiz “Leche”, pues más que buscar apabullar al espectador con efectos especiales y proyecciones de lo que puede ser el porvenir tecnológico, intenta armar una cinta de acción y suspenso, en la que campean los giros de tuerca y la fragilidad de los juicios morales.

Pues aunque se trata de una producción más de Lemon Films, una de las compañías mexicanas que mejores resultados ha tenido en taquilla con sus lanzamientos de cintas de géneros variados –desde Matando cabos y Km 31 hasta Navidad S.A. y Salvando al soldado Pérez–, y la cinta es protagonizada por el actor trasnacional Kuno Becker (como Christian, un misterioso hombre amnésico), en realidad imperan los enigmas, desde el año y el sitio donde ocurren los acontecimientos, hasta las identidades y las historias personales de los protagonistas. Lo que no falta, por supuesto, son escenas de acción, violencia y persecución de buena factura y algunos muy logrados efectos visuales.

La aparición de un hombre escuálido, ya sin cabello, de ojos amarillentos y con permanentes dolores trepidantes en el cuerpo no va muy de acuerdo con la imagen de galán tanto cinematográfico como telenovelero que mantiene Kuno Becker, pero sí con la historia, en la que la aparición de un hombre sin registros ni identidad en el Banco Mundial de Información personal, desencadena no sólo el despropósito de salvarlo de Jaime (Álvaro Guerrero), un médico recién divorciado, sino que los sumerge en una acechante persecución por parte del poderoso consorcio que dirige el altruista Mateo Wilkins (Carlos Bracho).

Como apasionado de la música, David Ruiz incursionó en la dirección de videos musicales para artistas como Alejandro Fernández, Miguel Bosé, Control Machete, Kumbia Kings, Intocable o Elefante, para luego trasladarse a la producción televisiva en canales como Nickelodeon, Televisa y MTV, y luego a la publicidad para diversas marcas. En esta, su primera cinta, de la que habla en la siguiente entrevista.

Hay una ola reciente de cine mexicano con tema de ciencia ficción, ¿te consideras dentro de esta corriente que ha producido cintas como 2033, Depositarios o Seres: Génesis, entre otras?

Que padre que coincidimos haciendo este tipo de género, pero a diferencia de los demás, yo no considero que mi película sea futurista ni de ciencia ficción, creo que es meramente un thriller psicológico que sucede en algún futuro lejano y en algún lugar, nunca lo digo porque creo que no es relevante. Lo importante es lo que les sucede a los personajes, humanamente, y la empatía que puede haber entre la gente. Puede ser una película de Argentina, de Bolivia o de México, y prácticamente sería lo mismo porque no se refiere a la idiosincrasia mexicana ni a un tipo de gobierno ni nada, porque no lo creo relevante para la historia. Es meramente un thriller basado en descubrir quién es el personaje de Kuno Becker, al que el personaje de Álvaro Guerrero ayuda, porque de alguna forma él está buscándose a sí mismo.

Ahora, claro que mi película tiene pinceladas futuristas, pero no por eso yo diría que hice una película futurista. No quise contar cómo sería el futuro, la sociedad ni nada, la llevé un poco hacia allá por los temas que estoy tocando como la pena de muerte –que se volvió tema cuando un partido político ofreció que si ganaba se la daría a los asesinos– o la medicina biotecnológica, y son temas fuertes, morales, abstractos, que hoy en día, en general, la sociedad mexicana no tiene tan presentes como en otros países.

¿Qué tan necesario resulta desmarcarse de que esta sea una cinta de ciencia ficción?

Si yo la vendo como una película futurista, la gente va a querer ir a ver carros que vuelan o cosas muy espectaculares que no hay en esta película. Se ven dos o tres cosas, cuando ves el holograma es porque Ray (Alexandra de la Mora) le está explicando a los otros doctores qué tan mal está el personaje de Kuno, pues tiene hecho pedazos el estómago, el páncreas inflamado y era una forma muy didáctica de contarle a la audiencia sin entrar a una explicación demasiado científica. Son dispositivos que imagino que los médicos podrían tener en el futuro, pero no me los saqué de la manga.

Esta película le demandó mucho a Kuno Becker, no sólo cuestiones histriónicas sino también físicas, porque además de que bajó de peso, se le exige mucha acción y movimiento.

Fue una chambota que se aventó Kuno, tanto física como histriónica también, y fue algo que platicábamos mucho en las juntas que tuvimos para generar el personaje. Yo le decía que tenía que estar muy flaco, pero no tanto como Christian Bale en El maquinista, porque me tomé muy pocas licencias creativas, así que le dije que no podía estar extremadamente flaco porque en el momento en que lo pusieran en una plancha con anestesia se moriría. Hicimos una investigación muy grande en temas médicos e incluso el personaje de Helmut (Carlos Kaspar) existe, es un amigo mío, se llama Raymundo Leal –un cardiólogo que además es baterista que toca con Pato Machete y Quiero Club–, por eso es que este personaje es como roquero-médico-genio. Con él hicimos una investigación de los asuntos médicos, pues cuando en el clímax cuento qué es lo que le hicieron, quería evitar que los médicos que vieran el filme pensarán que es ilógico. También con el hígado, como fue uno de los órganos que se le echaron a perder, se te ponen los ojos amarillos, por eso es que Kuno los tiene así, y en el momento en que le están inyectando muchos químicos, como en una quimioterapia, pierdes el cabello, y por lo tanto tenía que perder las cejas.

¿De dónde fue gestándose la idea de la obra? ¿Cuáles fueron sus raíces, sus nutrientes? Noté una cierta influencia de la novela gráfica estadounidense.

Tanto en la universidad como en mis tiempos de ocio, antes de ponerme a chambear de tiempo completo, los canales que más me gustan son Discovery Channel, NatGeo, History Channel, me gustan mucho los reportajes y los documentales, y también me gusta mucho leer obras de ciencia ficción y suspenso. En algún programa y en algún periódico, me enteré de los tipos a los que les daban 450 años de prisión y yo me preguntaba cómo es que les dan esa condena pues no van a poder cumplirlos todos. ¿Por qué no mejor les dan prisión de por vida? Entonces empecé a escarbar en los motivos de por qué se aplicaba esto en las leyes. O por qué hay condenas de tres cadenas perpetuas, si la definición es prisión de por vida, cómo le das tres si nomás tiene una sola vida. Empecé con esos cuestionamientos y a elucubrar si alguien pudiera hacer que se cumpliera y cómo podría ser. Luego vi a un japonés clonando ojos en la espalda de una rana ciega y albina, con una célula madre, y en el momento en que se la implanta, la rana deja de ser blanca y se convierte en verde y reacciona ante estímulos visuales. Eso no es el futuro, es real porque lo estoy viendo ahorita. Lo mismo el que puso una oreja humana arriba de una rata o cuando clonaron a Dolly. Pensé que si la vida, en términos médicos, termina hasta que el corazón deja de latir, la muerte es cuando el cerebro deja de funcionar y por eso en la película planteo que tomo como muerte cuando se muere el cerebro y es imposible revivirlo. Entonces la venganza de este tipo era que todo el organismo viviera la experiencia de una muerte clínica para después revivirlo.

En base a esos temas, la pena de muerte, la cadena perpetua y la clonación de órganos, comencé a plantear la película, pues no dudo que un pinche loco por ahí ha de estar haciendo en la realidad lo que yo planteo como ficción.

Además vas creando historias cruzadas en las que la sensación de víctimas y villanos se derrumba por completo. Hay mucho juego con la moral y cuando deja de serlo.

Por eso es que dejo un poco abierto el final, porque toco mucho el tema de la moral: ¿qué está bien?, ¿qué está mal? Los dos pueden decirte que tenían la razón, depende del lado que lo veas. El que era para mí el personaje antagónico, que los persigue y les quiere hacer daño, no es malo cuando sale la verdad. Entonces quién tiene la culpa, con quién estás de acuerdo como público. Esos son los cuestionamientos que yo quería hacer aparte de entretener y de contar algo diferente.

Yo quise clavarme en eso. ¿Sabes?, la historia me queda bien clara pero quise jugar con un giro en la historia y cambiársela al público porque eso me encanta ver en el cine. A pesar de que mi película no trata de eso, la base es la búsqueda de los personajes por sí mismos. Christian, el personaje de Kuno, obviamente quiere saber quién es porque no sabe ni cómo se llama ni cómo llegó ahí, y Jaime lo comparte, porque ya no sabe si es el doctor comprometido con la vida y con su juramento hipocrático, cuya vida está en peligro, que está divorciándose, que debe atender sus asuntos, y ya no sabe si quiere redimirse porque perdió a su hijo o es el esposo que quiere recuperar a su mujer. Inclusive Mateo Wilkins, que es el personaje de Bracho, es el que quiere su revancha, el que se quiere redimir o el que quiere ayudar a millones de personas. Todo mundo está en la búsqueda de quién es, con esos rollos humanos, que son reales y bien empáticos.

Este artículo forma parte de los contenidos del número 20 de la revista cine TOMAde enero-febrero de 2012. Consulta AQUI dónde conseguirla.


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