En una guerra no hay frontera entre los actos morales e inmorales
Por Sergio Raúl López
La tragedia al límite: el amor filial no sirve, en medio de una guerra civil y de la ruptura del mundo convenientemente equilibrado, sino para entregar al propio hijo al bando combatiente, acto que implica una terrible carga condenatoria. En tiempos en el que campean los combates y el liberalismo económico, la sobrevivencia a cualquier costo implica deshacerse de los rivales incluso si habitan en el seno familiar.
Porque el padre, un viejo ex campeón de nado, resulta despojado de su dignidad y del mundo acuático que dominaba, más que proteger a su vástago como dicta todo código ético y moral, acaba por causarle la perdición al enlistarle al ejército y enviarlo a una muerte segura, hallará con el transcurso del tiempo que la culpa le perseguirá a tal grado que habrá de buscar su redención no sólo al adoptar a la nuera recién descubierta y que se halla embarazada, sino emprender un periplo peligrosísimo para recuperar si no al hijo ya perdido desde antes, al menos sus restos, para entregarlos al agua, el medio en el que lo crió.
Y es que Adam ha creado un reino particularísimo en un lujoso hotel en N’Djamena, en la actual Chad, en cuya alberca preserva sus viejas glorias como ex campeón de natación y sitio en el que sostiene a su hijo Abdel como ayudante. Pero a sus 60 años, cuando el hotel cambia de dueño y arriba una administración de chinos, se encuentra súbitamente fuera de la alberca y enfundado en un uniforme de portero, mientras que su hijo le sucede como inconcebible entrenador acuático. En medio de la guerra civil, de los combates y del liberalismo económico en jauja, el padre contribuirá entregando a su hijo al gobierno como una falsa, terrible vía para recuperar su vieja estabilidad.
Este es el quinto largometraje de Mahamat-Saleh Haroun (N’Djamena, 1961) ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes en 2010, un realizador que estudió en el Conservatoire Libre du Cinéma Français en París y realizó una carrera como periodista antes de filmar Bye Bye África (1994) y Daratt (2006), con el que ganó el Premio Especial del Jurado en la Mostra de Festival de Venecia, además de recibir el nombramiento de Caballero de las Artes y las Letras por el gobierno de Francia.
Los derechos de distribución de su más reciente cinta: Un hombre que llora (Un homme qui crie, Francia-Bélgica-Chad, 2010), han sido adquiridos por la Cineteca Nacional, por lo que actualmente se encuentra en exhibición, tras haber formado parte de la Muestra Internacional de Cine.
-Entiendo que esta historia surgió cuando usted filmaba su anterior película y hubo una incursión armada en Chad, durante la filmación de Daratt, en el 2006.
-Sí, cuando los rebeldes entraron.
-¿Y qué impresión le dejó efectuar un rodaje en medio de manifestaciones y enfrentamientos?
-Bueno, tienes la sensación de que no puedes concentrarte en una cosa sola. Incluso en medio de una guerra civil existen razones y, si quieres explicarlas, tienes que reflejar muchas otras cosas. Yo filmé esta película con el espíritu de una road movie en la que tienes que moverte de un lugar a otro y puedes hablar de muchas cosas; si en una escena hablas de mangos, en la siguiente puedes tocar la violencia. Así que quería mezclar todos estos grandes acontecimientos en el entorno; pero desde el punto de vista de Adam, el protagonista, porque es muy importante: el personaje es la línea que nos lleva de un problema al otro. Todas estas cosas grandes ocurren en un contexto y están relacionadas entre sí.
-¿Cómo fue la concepción de este protagonista, un ex campeón de natación cuyo reino se limita a la alberca de un hotel de lujo y que para preservarla debe enfrentarse con su propio hijo? Es una historia dura, difícil, acre.
-Sí, porque ha sido alguien importante y por ello se considera a sí mismo como la memoria viva de ese lugar. Cuando está en la piscina, sentado en su silla, cuidándolo todo, me recuerda a un director de cine con todo este equipo y estas personas a su alrededor, siendo el amo de todo ello, y, de pronto, con la violencia del mundo actual, ya no es nadie, ya no existe. Así que tener un trabajo se convierte en una especie de identificación oficial y carecer de empleo equivale a no contar con un número de Seguro Social o de identificación, y puede tornarse en una situación muy difícil. Cuando le preguntas a un desempleado qué hace, titubea y entre murmullos dice: «No tengo trabajo». Es muy difícil, y esta injusticia se encuentra relacionada, al final, con todos estos grandes acontecimientos como la guerra. Por lo tanto, en cierta manera, Adam se siente humillado, comienza a pensar en su pasado glorioso y acaba por cometer un acto bastante inmoral.
-Quizá tiene que ver con la revuelta misma. En las peores condiciones, en las más conflictivas, los valores morales ya no imperan ni campean con tanta certeza.
-Sí, totalmente. Hay una especie de frontera inexistente entre los actos morales y los inmorales, y así ocurre en una guerra civil, donde no hay convenciones, no hay leyes y lo único que prevalece es hallar la manera de matar al otro o de tomar el poder. Y es ahí donde se encuentra Adam, en una carencia total de moral. Incluso la privatización del hotel donde trabajaba es un hecho bastante inmoral, ya que comenzó a trabajar en ese sitio durante su juventud, cuando pertenecía al Estado; pero cuando deciden privatizarlo no les importa la gente que trabaja ahí. Venden el hotel y a todo lo que está en él, incluido su personal. Es en ese momento cuando se siente humillado. El simple hecho de que deba llevar este uniforme de portero es el símbolo de lo que él no desea.
-Es curioso que los nuevos dueños del hotel sean chinos y no de países colonialistas más típicos, ya europeos o estadounidenses. Simboliza lo rápido que ocurren los cambios en este mundo global.
-Pero eso es verdad: está pasando en Chad, tenemos muchos chinos. Yo me inspiré en una señora china que tiene un hotel en Chad y es amiga de mis hermanas, que ya hablan chino. Así que conozco a esta señora, doña Lian, que llegó sin tener otra cosa que una tienda pequeña y paso a paso construyó un restaurante chino, luego compró un hotel, etcétera. Tenemos muchos chinos llegando a Chad porque tenemos petróleo y China está muy interesado en este recurso.
MÁS VENTANAS
En la ficción
Cierto, Mahamat-Saleh Haroun realizó estudios cinematográficos en París, ciudad en la que reside, pero su verdadera formación cinematográfica fue como espectador de numerosos melodramas de los producidos en Bollywood y con películas clásicas de vaqueros, y si bien no tiene una influencia directa del cine francés sí reconoce a Robert Bresson, sobre todo por la característica de que sus filmes terminan realmente cuando la historia acaba, aunque no duren el estándar convencional de 90 minutos.
-Lo más importante de todo cuando estudias con alguien o estás en un periodo de aprendizaje -explica- es cómo puedes mantener la distancia con tus maestros para ser tú mismo y eso es quizá lo que he tratado de hacer.
-¿Qué tan importante era realizar una película de ficción en torno a la guerra civil y no un documental?
-Quería llevar esta historia a otro nivel e intentar construir, de un modo simbólico, la relación entre padre e hijo, crearla por mí mismo, esa es la razón por la cual no quería hacer un documental. Hubiera sido la memoria de algo, pero en cambio en este filme yo creé todos los sonidos que oyes: los helicópteros no son reales. Si hubiese querido hablar de la guerra en un documental no hubiera querido colocar elementos de la ficción y esa es una cuestión de moral. Hubieran tenido que ser helicópteros reales, por ejemplo. Yo hubiera puesto a la gente real haciendo esas cosas y no puedes tenerlos disponibles para un documental. Así que era mucho más fácil pensar en esos temas en un relato de ficción. Y también pienso que la ficción puede abrir más ventanas que el documental.
-Este cambio en los roles internacionales es notorio. Ya no son solamente franceses los que llegan al Chad a hacer fortuna, sino pueden ser chinos…
-Sí, es un cambio cultural y son las implicaciones de la globalización. Algunas personas piensan que no estamos preparados para compartir o para enfrentar los problemas que conlleva, como Adam en su puesto en el hotel. Si no estás preparado y si no tienes las armas para pelear y para resistir, y si Dios no está de tu lado, se vuelve algo absurdo, la vida se vuelve absurda.
-¿Qué tan importante es obtener pantallas distintas de las que ocupa en la actualidad el monopolio transnacional de Hollywood?
-Es una especie de resistencia y sabemos que este tipo de películas son necesarias, de lo contrario no podríamos ver más que cine de Hollywood, y pienso que eso no es posible. Digo, no podemos solamente tomar Coca-Cola, comer hamburguesas y ver cine de Hollywood. Es imposible. Debemos cambiar eso, es importante.